Información tomada de https://meprestaelbierzo.com por César Fernández Díez.
La familia del atletismo berciano está este domingo de duelo. Ha fallecido su padre. Con José Arroyo no sólo se va el atleta que llegó a acreditar 11 segundos y 1 décima en 100 metros lisos, el entrenador de olímpicos como Rodrigo Gavela y Colomán Trabado, el formador de cientos de deportistas polivalentes que hicieron del Club Atletismo Endesa una referencia en el país, el portador de la antorcha olímpica a su paso por Ponferrada en Barcelona 92 o el hombre que dio nombre al Pabellón de Flores del Sil. “Sus hijas eran mis hermanas y su mujer era mi tía”, dice Colomán Trabado para ilustrar el peso humano de una figura imprescindible en la historia reciente del Bierzo.
José Arroyo fue un pionero. Formado en la célebre Escuela de Aprendices Santa María de Compostilla, precisamente la que construyó las pistas de atletismo de Endesa en el año 1953, pronto pasó a ser formador. La primera térmica de la empresa eléctrica nacional trajo el desarrollo económico a la zona. Al calor de aquel hito florecieron iniciativas hasta esa fecha inéditas en otros ámbitos como el deporte. “Y su labor supuso un avance muy grande para nuestra ciudad. Era una forma de modernización, de empezar a ser europeos”, resalta José Manuel Trabado, hermano de Colomán y durante años en la intendencia del Club Atletismo Endesa.
Todos los caminos durante décadas en el atletismo berciano conducían a José Arroyo, un cazatalentos que orientaba a sus pupilos siempre desde una formación multidisciplinar en la que era tan importante correr como saltar o lanzar (él mismo había hecho salto de altura además de pruebas de velocidad). “A mí me dijo que tenía buenas cualidades y que podía llegar lejos”, rescata Colomán Trabado con la emoción a flor de piel. Mucho antes de ser olímpico en Moscú 1980, Los Ángeles 1984 y Seúl 1988, fue quinto en su primer Campeonato de España de 1.000 metros en Madrid. “Y me dijo que no había quedado mejor porque no iba mentalizado para ello. Al año siguiente ya fui campeón de España”, dice para destacar su papel como “psicólogo” de sus pupilos.
“No era el típico entrenador. Él era maestro, padre, amigo, entrenador… Era un entrenador de otro tiempo”, cuenta Colomán al recordarlo agenciando los hoteles de alojamiento o incluso como masajista. “Él ejercía de padre. Era un crack. Para mí ha sido el entrenador. Nunca he dejado de agradecer todo lo que hizo por mí”, sentencia tras desayunarse con esta mala noticia y antes de coger el coche para unirse en este momento de dolor a la familia del atletismo berciano, que se cita recurrentemente precisamente desde el homenaje que hace años se brindó a José Arroyo.
Sin la figura catalizadora de Arroyo sería más difícil de explicar la sintonía entre antiguos compañeros de batalla en las históricas pistas de ceniza de Compostilla que, muchos años después, se siguen considerando amigos. Su papel también trascendió las fronteras. “Yo estaba estudiando en Valladolid y allí tenían referencias de él”, dice Emilio Méndez, que mantiene la pasión por el atletismo en las pruebas de veteranos de lanzamiento de jabalina. “También en León y en parte de Galicia era muy conocido”, constata Lourdes Liquete, a la que Arroyo trataba de “leonesa-berciana” por ser punto de enlace entre su lugar de residencia de joven y la que luego sería su tierra de adopción.
Empleado de Endesa y profesor de Educación Física, Arroyo lo fue todo en el atletismo del Bierzo. “Él abría las puertas a todo el mundo. Más que como entrenador, teníamos con él una relación familiar. Y nos formaba de tal manera que éramos competitivos en cualquier prueba”, destaca Méndez. Llegada la hora de los homenajes, Ponferrada le distinguió dando su nombre al Pabellón de Flores del Sil y haciéndolo portador de la antorcha olímpica. ¿Qué fue más importante?, le preguntaron hace años. “Las dos cosas. Todo cuenta. Todo forma parte de la historia del Bierzo”, respondió quien ya desde hace tiempo figuraba en ese lugar privilegiado.